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Enredó sus dedos en mi cabello y tiró con arrojo de él, mi cuero cabelludo comenzó a arder al instante. Devoró mi cuello a su antojo; lamía, succionaba y mordía sin miramientos, como si quisiera marcar cada centímetro de mi piel. Mi cuerpo entero ardía. No podía hacer más que aferrarme a su cuello.
No había notado lo fuertes que eran mi