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Capítulo 4 El Speakeasy

EPOCA ACTUAL

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-¿Qué mierda es esta, Ulrik?- Le espeté, en cuanto el coche aparcó en el estacionamiento de un establecimiento de apariencia, digamos, un poco... Diferente a lo que solíamos frecuentar.

-Pues nada más y nada menos que el club más sonado últimamente -respondió, encogiéndose de hombros. Se veía realmente divertido ante mi reacción.

Bufé.

Se deshizo del cinturón de seguridad y bajó del vehículo. Tras pensarlo un momento, decidí seguirlo, aún con mis reservas. Me había dejado arrastrar, por el idiota de mi hermano menor, a una especie de salón nocturno en un barrio de clase media de Manhattan.

"Speakeasy" estaba escrito en la fachada del lugar con grandes letras metálicas iluminadas estilo Hollywood.

Rodé los ojos. Con semejante nombre, ya me imaginaba el ambiente.

Entramos por un estrecho y largo pasillo, las paredes estaban tapizadas de algo parecido al terciopelo rojo y la iluminación era tenue. No estaba muy lejos de parecerse a un cuarto de juegos. Al final de dicho pasillo se abría un salón de tamaño considerable.

Distribuidas por el lugar, habían pequeñas mesas redondas de madera oscura, para máximo unas cuatro personas. En el costado izquierdo se encontraba la barra, con tipos vestidos estilo Gangster atendiendo. Al fondo del salón estaba el escenario, con un número de contorsionismo y comedia desarrollándose sobre él. Sorprendentemente la mayoría de las mesas estaban ocupadas, yo habría pensado que un lugar así no llamaría mucho la atención.

-¿A dónde vas? -preguntó Ulrik, haciéndome girar en su dirección.

-A la barra -dije obvio. Si tenía que soportar el suplicio, no sería sobrio.

-Tenemos reservación, Kendrick -dijo, como si de un retrasado mental me tratara.

Bufé.

Una mujer joven (De excelentes curvas, por cierto) nos dirigió a una de las mesas del centro, lo suficientemente cerca del escenario. Lo único que nos separaba del entarimado eran un par de mesas más, demasiado juntas una de la otra. Sobre ellas sólo había unos pequeños letreros de "Reservado".

Una vez en mi lugar, dirigí la atención, otra vez, a la mujer. El diminuto traje negro dejaba al descubierto sus largas piernas, enfundadas en un par de medias de lycra negra y tacones altos del mismo color; al igual que los hombres de la barra, llevaba una camisa blanca remangada hasta los codos, los botones abiertos dejaban al descubierto el sostén de encaje negro. Llevaba el cabello amarrado en un moño apretado a la altura de la nuca y un sombrero Fedora satinado.

Aquel lugar estaba empezando a gustarme.

Ulrik ordenó un vaso de Cognac y yo, mi tan amado Macallan, los cuales no tardaron en llegar.

Las estruendosas risas de los presentes, me empezaba a molestar. Aún no comprendía cómo algunas personas, incluyendo a mi hermano, podían catalogar aquello como arte. Tal vez estaba siendo muy imbécil, realmente nunca había sido poseedor de esa "sensibilidad artística" que tanto mencionaba Ulrik, yo era más del tipo metódico.

Un tipo vestido como domador de circo apareció en el escenario cuando los contorsionistas terminaron su show. Tras un pequeño discurso, que ignoré completamente, presentó un número de baile de "Les bijoux de la nuit"(Las joyas de la noche), dicho por sus propias palabras.

Las luces se apagaron en todo el lugar. A través de la penumbra pude ver como el telón se levantaba lentamente y unas figuras tomaban su lugar en el escenario. Poco después las luces doradas del escenario se hicieron presentes, al tiempo que los instrumentos comenzaron a sonar y el lugar se invadió de Blues.

De espalda al público había cinco mujeres con pequeños leotardos de seda negra, medias de red y tacones de charol rojo, en la cabeza llevaban sombreros similares a los de las meseras, las cuatro mujeres de los extremos en color blanco y la del centro uno negro con lentejuelas.

Se podían apreciar sus cuerpos torneados y sus melenas perfectamente peinadas, en un estilo Pin Up; había dos rubias, dos pelinegras y la del centro era castaña. Me detuve un momento más en esta última, en sus firmes y deliciosas piernas, en sus caderas ligeramente más anchas que las del resto y su cintura diminuta.

Al ritmo de la música comenzaron a mover sus caderas de manera pausada y sensual, seguido del chasqueo de sus dedos. Sus movimientos estaban perfectamente coordinados. Se giraron de perfil para continuar con la coreografía, y entonces comprendí porque la castaña había capturado mi atención...Pero ¿Era posible?

Después de tanto tiempo buscando, venir a encontrarla aquí parecía una mala broma del destino.

El aura sensual que emanaba con cada uno de sus movimientos, me atrapó como el primer día, era perfecta. Mi excitación no tardó en hacerse presente ¡Mierda! Bebí mi whisky de un sólo trago.

La voz de la mujer en la canción y los movimientos de Ange, inundaban mis sentidos:

I don't want you

To be no slave

(No quiero que seas mi esclavo)

I don't want you

To work all day

(No te quiero trabajando todo el día)

But I want you, to be true

(Pero te quiero, a decir verdad)

And I just wanna make love to you

Love to you

(Y sólo quiero hacerte el amor, hacerte el amor)

oooooh oooooh

Love to you

(oooooh oooooh, hacerte el amor)

All I want to do is

Wash your clothes

(Todo lo que que quiero es lavar tu ropa)

I don't want to keep

you indoors

(No quiero tenerte encerrado)

There is nothing for you to do

(No hay nada que puedas hacer)

But keep me making love to you

Love to you

(Pero manténme haciéndote el amor, hacerte el amor)

ooooooh oooooh

Love to you...

(oooooh oooooh, hacerte el amor...)

Con paso seguro y provocativo avanzó sobre las mesas vacías del centro, uno de los reflectores siguió su camino, hasta quedar sobre nuestra mesa. Con un contoneo rítmico de sus caderas se colocó en cuclillas, su atención estaba puesta en Ulrik, que era a quien tenía de frente. Los ojos de mi hermano brillaban, eso me hizo hervir por dentro. Apreté el puño.

Ange, se quitó el Fedora para ponérselo a él, con una sonrisa y una mirada cargadas de seducción. Giró el rostro y sus ojos avellana, llenos de sorpresa y ¿Temor? se encontraron con los míos, inundados de furia.

Podía ver cómo estaba conteniendo la respiración, ahogando un gemido de sorpresa. Tragó saliva, apretó los ojos y volvió a su personaje seductor. Con una sonrisa se centró nuevamente en mi hermano, acarició su rostro con las yemas de los dedos, se puso de pie y caminando sobre las mesas, regresó al escenario, a unirse de nuevo en la coreografía con el resto de las chicas hasta que la melodía terminó. Las luces se apagaron y ella desapareció del escenario.

Yo había quedado en mi lugar, como un completo imbécil, con una erección monumental y la furia carcomiendo mi interior. Igual que aquella vez.

            
            

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