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Claramente esa noche fue una de las más largas de mi vida. No fui capaz de conciliar el sueño por más que me esforcé, ni siquiera los somníferos fueron de ayuda. Norah estaba ahí, como siempre que necesitaba una palabra de aliento; sus largos dedos deslizándose suavemente por mi cabello resultaron mejor calmante que una tonelada de diaz