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Tras la décima detonación, perdí la cuenta de las veces que ese mismo estallido ensordecedor se produjo. Sólo recuerdo que, instintivamente, me dejé caer en el piso, cubriendo mi cabeza con las manos; lo siguiente que sigue fresco en mi memoria es el cómo André se abalanzaba sobre mí, cubriéndome con su cuerpo mientras gritaba un montón