En la imponente mansión Bourth, el ambiente estaba lejos de ser pacífico. Enzo caminaba de un lado a otro en el jardín junto a Emilio, Massimo, Mateo y Paolo, sus principales socios, quienes disfrutaban de bebidas mientras discutían los movimientos recientes de Daniel. Todos sabían que el hombre no se quedaría quieto, y su pasividad solo aumentaba
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