El auto avanzaba lentamente por la carretera oscura, iluminada solo por las farolas que bordeaban el camino. Enzo mantenía la mirada fija en el volante, aunque sus pensamientos no podían evitar divagar. A su lado, Amatista dormía profundamente, su rostro sereno y relajado, un contraste evidente con la tensión que se palpaba en el aire. En su regazo
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