El sol brillaba con fuerza mientras Amatista bajaba del auto frente a la mansión Torner. Llevaba un vestido sencillo pero elegante, que se movía suavemente con la brisa. Al cruzar las enormes puertas, la recibió Mariam con una sonrisa cordial, aunque algo contenida.
-Amatista, querida, qué gusto verte -dijo Mariam mientras la guiaba hacia el comedo
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