El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando la mansión del campo con una cálida luz dorada. En la cocina, Amatista se sentaba en su habitual silla junto a la ventana, mientras Rose, como de costumbre, hablaba animadamente. El tema del día había sido su reciente cena romántica, una velada que ella misma calificaba como mágica. Sin embargo,
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