El amanecer en la mansión Bourth era silencioso, casi pesado, como si el aire mismo compartiera la tensión que se había acumulado en las últimas horas. Enzo despertó en la habitación que había usado como refugio la noche anterior, sintiendo el vacío en su pecho. Había pasado la noche pensando en Amatista, en todo lo que había salido a la luz y en c
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