El sol aún no había comenzado a despuntar en el horizonte cuando Federico, el médico que Enzo había solicitado con urgencia, llegó a la mansión Bourth. Su coche pasó por las amplias puertas de hierro de la entrada y avanzó por el camino pavimentado hasta detenerse frente a la entrada principal. Enzo, que lo había esperado pacientemente, lo recibió
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