La mañana en Costa Azul era luminosa, con un sol suave que iluminaba las calles adoquinadas cerca del hotel donde Enzo y Amatista disfrutaban de unos días alejados de la agitada rutina. Aunque la tranquilidad de la ciudad parecía perfecta, el mundo que ambos dejaban atrás seguía girando con sus intrigas y amenazas.
Enzo miraba su teléfono mientras
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